Él no tuvo miedo de los ojos verdes del avismo, ni del jugar engañoso de la cabellera de lo incierto, ni del escalofrio tenso de su piel pálida de lo sensitivo.
Una estrella tenblando entre nieblas le señaló con dedos de luz el palacio glaciar de su amado.
(dedicado a quién sacrifique tódo lo que tiene para pasar el resto de su vida conmigo)
Los oscuros cuervos, asambleados en el arenal, comentaban que el aquel hombre pálido había encancillado para casarse con él e irse a vivir juntos en el `palacio del incebearg.
(y con su llegada, el final feliz de la historia)
Pero, quién lo sabe? Y con qué rito será autizada esta ceremonia. Un rey no se puede casar con un ser casi que diabólico. Y, cuando esto ocurra, no sucederá que una fiebre de misterio y calentamiento en el termómetro moral teñirán de rojo sangre el lugar?
(pero... siempre hay peros y cosas por las que preocuparse)
Muchos reyes han sido ya llamados por esa canción tan dulde de oir i todos son ahora cadáveres de ahogados escupidos en la playa.
Pero todo el mundo sabe, con gusto mezclado con miedo, que ese ser casi que diabólico estará un día en su palacio glaciar cojido de las mas fuertes redes de amor, abrazando con brazos helados y ceñido cuerpo tentador, sensual y juguetón, mirando con los ojos del avismo al rey que fué quién de enamorarlo y rescatarlo de las profundidades.
(más... no hay que perder la esperanza)
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